12.03.2015

Entrada al paraíso...

Hace días escuche una conversación entre una señora pasada de años y una chica de lente y fumando en la banqueta; la indiferencia era el común denominador de ambas; la primera era indiferente al frío, al hambre, al desprecio de quienes pasaban frente a ella e ignoraban la mano extendida y las muñecas de trapo tendidas en la banqueta; en la segunda, la indiferencia la empleaba como un escudo hacia el prójimo, aderezado por los lentes oscuros de alguna marca reconocida y de la que enteré pago 3,500 pesos y rabiaba porque el novio la dejo esperando fuera del coche mientras el "perro" compraba unos cigarros en el oxxo de la esquina; La chica desdeñosa le pregunta que de donde es y si habla español a lo que la señora responde: -hablo el idioma del pueblo el cual no conoces. La chica sonrie burlona y a mi me quema la lengua por decirle algo soez y borrarle la puta sonrisa del rostro; - vieja pinche, a parte de jodida, jodona! le responde a la señora; - no hija, hablo el idioma del pueblo, porque te veo y me das lástima; veo tu juventud atorada en una emocion que no te conduce a nada y que espera; ustedes, los de tu edad, siempre esperan; esperan un novio, esperan un trabajo, esperan una oportunidad, esperan que sus padres les den, esperas que el mundo te vea porque eres bonita, esperas que yo te conteste a una pregunta tan tonta como si hablo español; acaso no me vez la piel, ni mis trenzas, ni mis muñecas que hago para comer?; acaso crees estoy sentada aqui, helandome el culo solo para poder esperar que alguien pase y se apiade de mi y me de unos pesos para mis nietos y yo; no hija, hablo el idioma del pueblo, porque entiendo el hambre, el trabajo, la soledad, el frío y toda la necesidad. La chica cierra la boca, se voltea indignada y se coloca los audifonos e ignora a todos. La señora, se gira hacia mi, me ve de abajo hacia arriba y me mira duramente: -tu eres de las que esperan a la puerta o eres de las que ya trae la llave y pasa?; no entendí su pregunta y con ceño fruncido se lo hago saber; levanta la mano, señala el manojo de llaves que cuelgan de mis manos y me dice: que lástima, que lo tengas todo en la mano y no lo sepas; baja su mirada y me siento peor que perro bajo la lluvia.

Muy cierto, todo lo tenemos en la mano... pero que poco tiempo nos damos para contemplar nuestra propia existencia.

Señora, hoy le respondo y sé que jamás se enterará: no soy de las que esperan en la puerta, soy de las que está del otro lado.

Gracias Doña, hoy me permitió entrar.

Besitos, besitos, tiritas, tiritas.


Soad.