8.10.2017

Quien solía ser





" y siempre, mientras no estés muerta y enterrada, cada mañana tendrás que tomar decisiones y éstas nunca serán erradas: todas conducen a una enseñanza" 

Constantine Bates
"Criadas y Señoras" de Kathryn Stockett


El ocio nunca ha sido un buen acompañante en mis periodos de descanso; no tenemos una relación buena: me vuelve extremadamente curiosa o pusilánime creativamente. Sin puntos medios. Pero tuvo una excepción: retomé el libro de K. Stockett y me vino bien... me inspiró el duro trabajo de las mujeres afroamericanas que trabajaban en casas de "blancos" y el como llevaban su vida, en todo momento, con entereza y sin displicencia alguna.

En ello reflexione, a plenos rayos del sol, que laceraban mi resistencia mental y me enrojecían la piel; fue en ese momento cuando caì en cuenta de todo el tiempo donde la inercia se apoderó de  mi capacidad de asombro y la queja a lo incomodo se volvía una fiel compañera.

Cuando Shull me invitó a trabajar en campo, no pensé en aceptar de inmediato, de hecho tarde bastante tiempo en resolverle; el solo hecho de recordar las jodas que representan y mi condición física totalmente fuera de forma y sedentaria, me obligaban a dejar pegado los pies en una superficie de mortero y asfalto y era impensable que fuera su "ayudante" y mas inaceptable que fuera gratis. ¿Qué se cree? Jum!

Mi falta de ganas de regalar mi "preciado" tiempo a una amiga era mi defensa egoísta favorita; pero creo que fue un episodio de colitis aguda la que disparó mi coraje y me obligo a dejar el confort y pegar un salto a mata e irme a comer arena, respirar polvo y sudar tensiones.

El sol fue inclemente: puso a prueba mi tolerancia al cansancio a caminar debajo de él; regresé con la ropa marcada con surcos de sudor, que creo llevaban a algún tipo de mapa donde dejé mi paciencia. El insomnio, lentamente se fue, tanto que ni cuenta me di; la creatividad volvía (es todo un reto afrontar el calor), las piernas me arden aun por el caminar y el rostro es una mezcla de rojo carmesí, pero valió cada gota de sudor: acepté el hecho de que no soy quien solía ser; no soy la temeraria ni mucho menos la inconsciente que se largaba semanas a campo, privada de comunicación solo por el mero gusto de ayudar en algún levantamiento o para perder de vista lo incomodo de la vida.

Estoy aprendiendo en estas semanas a nuevamente asombrarme de la vida misma; la tensión esta abandonando mi cuerpo, el estrés aun sigue presente, pero es alguien pequeño que no me cobra derecho de piso como solía hacerlo; me levanto haciendo deberes que creí que no volvería a hacer en años, sudo la gota gorda al realizarlos, pero me van bien, me quitan años de comodidad que han acolchado mi resistencia y me han vuelto vulnerable a lo emocional.

Cada día para mí ha sido una revancha: le he ganado a mi conciencia, mis  debilidades y mi necesidad de permanecer bajo un techo climatizado. La sonrisa de mi esposo, ha sido un aliciente como nunca he tenido: me ve sucia, sudada, removiendo cosas y mueve la cabeza a la par que musita: "loca" pero nada se compara como un "años sin verte tan feliz y apestosa"; me asombra que un poco de trabajo duro y sudor han hecho por mi lo que ni yo misma hacia en conjunto con mi ex-romance con el alprazolam... bien decía mi padre: el trabajo físico no mata pero que bien sienta al alma.

Si, no soy quien solìa ser, me gusta pensar que soy un árbol recién podado: ya veremos hasta donde vuelvo a crecer.

Besitos, besitos, tiritas, tiritas

Soad.