5.21.2020

Curso básico de Superviviencia

La dureza de sus palabras, solía dejarme con un sentimiento de ausencia. Me desprendía de mis buenos modales y el espíritu del arrabal poseía mi lengua. Las peleas eran duras. Los espectadores de nuestras batallas criticaban duro la postura de ambos, particularmente la mía, porque cuestionaban mi sentido de respeto a mis mayores y mi franca manía de desafiar a Severo. Pero que mas da. El sabía la hija que cultivo y en aquel momento le tocaba cosechar.

Desde pequeña he tenido serios problemas con la figura de autoridad. La adultez me entrenó a ser obediente y disciplinada con las responsabilidades que conlleva la edad, pero eso no significaba que existía un respeto a la persona que portaba el mando. Se respeta el mando, pero se cuestiona al portador.

Resulta un conflicto para mi paz mental, el recibir parámetros conductuales, cuando el que los emite no tiene ni la mas puta idea de lo que son los valores de responsabilidad, integridad, honestidad y desconoce lo que significa compromiso y trabajo duro.

Creo que esta conducta, en mi persona, forjo con el paso de los años una etiqueta de "frialdad" que era (aun es, a veces), aceptada o referida de manera, llamemoslo "jocosa".

Los gritos de mis escasas amistades, suelen propinarme un golpe a mi ego y -helado (?) corazón, ellos hacían mella en mis emociones, pero el tiempo y la ausencia de mi figura paterna han terminado por volverme menos cínica pero más ácida en aceptar la imagen que proyecto.

"Para que haces cardio si ni tienes corazón cabrona" ... una frase tan empleada entre mis queridos que perdió su efecto sádico y se volvió un referente de nuestra amistad.

Hace poco, colmada de la impaciencia, lagrimas de cocodrilo, falta de huevos y malsana necesidad de hacerse estallar el corazón por parte de un amigo, que también suelo llamar hermano, puso a prueba mi tolerancia. Lo escuche a detalle, lo que fue de inicio una visita, termino siendo una mininovela de la cual me vi involucrada no como expectadora sino como crítico, público y guionista. Ese dialogo, que en realidad se tornó en un pequeño monologo, puso en claro que mi vida familiar, restringida en su mayor parte por la educación paterna-militar-sádica-amorosa-fría-temeraria, fue el mejor entrenamiento que un padre puede darle a su hijo. Sobreviví. No salí ilesa, ni completa, ni íntegra, tan solo quedaron las partes básicas y primitivas de mí.

Mi padre entendió, desde el momento que se volvió mi tutor absoluto, que era necesario dejar a un lado su paternidad y volverse el comando completo para darme un entrenamiento de superviviencia. Me ayudo a entender mi cuerpo y escuchar las reacciones del mismo como parte de una emoción que puede ser usada como impulso para salir de una situación. Tanto fue así que después de dejarme en la completa orfandad logre dominarme y eludir un duelo que aún me resisto a liberar. Hubo quien, conociéndome tan íntimamente, me recordó el metal del que he sido bruñida y me dio la calma para afrontar la etiqueta de huérfana que porto desde hace algunos años.

La supervivencia, en términos militares consiste en realizar las maniobras y tácticas necesarias que te permitan  conservar tu vida en un momento de peligro o en una situación difícil; Últimamente he visto como ese instinto esta desarrollado a su máximo esplendor hasta en los mas pequeños; la infancia ha perdido su inocencia a merced de padres "DES": DESamorados, DESobligados, DESconocidos y la lista sigue; No es un proceso natural que los hijos entrenen a los padres a sobrevivir a su ausencia y sin embargo, hoy creo que es obligatorio hacerlo.

La recién ausencia de Ismail Hassan (1,095 días exactamente a estas horas de la madrugada), me ha dejado en claro que es indispensable dar instrucciones precisas para sobrevivir a un duelo que ni nombre tiene aún; Sin embargo sospecho que tuvo razón desde un inicio: "algún amarás de la única forma que se merece vivir: alguien te será recíproco". Y acertó. Que puto miedo. Aquí estoy, vulnerable, con una sonrisa en los labios y con un te amo (murmurado suavemente mientras duerme) que me inunda la paz, que me hace feliz, que me pone como gato en bolillo.

Pero la lección es básica: Se ama con valor. Valentín dice que es "entregar un arma cargada que apunta a tu pecho pero confiar que esa persona, no jale del gatillo".

Insisto, que puto miedo.
No le dí un arma cualquiera. Le dí un tanque de guerra con una mirilla telescópica que apunta a mi corazón, a mi cabeza, a mi futuro y a mi descendencia. Pero no le temo. Elegí amar de la única forma que dice Hassan que es válido. Y eso, me ha marcado una diana en el pecho.

Prepara café Hassan.
Severo prepara la mesa.

El cazador ya me ha hablado y hoy, ya estoy lista. Pendejo, si supiera que me volví íntima de mis miedos, no estaría afilando la flecha.

Sin tiempo ni distancia, Papá.
Sin tiempo ni distancia, Hassan.

Tiritas, tiritas.

Soad.


p.d.- Vida de mi amor, sé valiente.
p.d.2.- Ya bajé mis Journals.